El menú del día.

Y después de tantos golpes de cabeza, a mi estómago ha llegado una zarpada de bilis.
Es amarilla, pero aún así, esa particularidad no la hace menos perjudicial. Corroe cada rastro de materia viva sensible, y uno que otro desayuno juntos.
¿Desayunábamos?, creo que con la existencia del otro nos bastaba. Amor al desayuno, al almuerzo, y de onces; ¿Y en las noches?, La noche era merecedora de otros estados.
Estados alterados en los que juntos alentábamos a cada uno de nuestros némesis, una tregua peligrosa; así eran las cosas entre tú y yo.

Apocalípticas, mundanas y muy dulces.
La receta perfecta para un chef arriesgado y salido de sus cabales.



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